Eran las 2 de la mañana, llovía, una noche más sin poder conciliar el sueño pensando en que será de su vida, si será feliz, si esta sola, si sonríe, si se acuerda de mi, si me ve en los pequeños detalles de la vida en los que yo la sigo encontrando.
Al día siguiente mi celular empezo a vibrar, es ella, está aquí de nueva cuenta, me invita a comer, con todo gusto acepto y la llevo a la comida china. Una vez en la comida oriental y actualizados a grandes rasgos de nuestras vidas, la invito a un lugar de salsa y bachata, ella acepta mi invitación.
En el lugar empiezan los movimientos cadenciosos poco a poco con la música que ha revestido al Caribe. Al son que la música nos va marcando empezamos a juntarnos, primero nuestras manos; segundo, nuestras caderas al ritmo de bachata; tercero, lo más importante, nuestras miradas que unen nuestras almas, nuestras almas que unen el recuerdo de lo que paso y lo que no paso. Mientras empezamos a tomar calor, tanto nuestro cuerpo como nuestras almas van reconociéndose, siendo conscientes de que no somos los mismos adolescentes , que hemos cambiado, pero que al final nuestra esencia sigue siendo la misma.
Me pide descanso, nos sentamos en nuestra mesa y nos tomamos un par de cervezas, dejamos que las risas y el coqueteo nos lleven a algún lugar donde ya no exista regreso, que quede para el recuerdo. Volvemos a la pista, a esta altura de la noche y del baile, ella se ha sostenido el cabello, esta vez el baile es más corporal , ella no sabe ciertos movimientos que me atrevo a llevarla a conocer, de espaldas a mí, hombro con hombro, me sonríe, la magia del reencuentro inunda el lugar. Y así seguimos toda la noche al son del coqueteo, de las miradas y los recuerdos. Salimos del lugar, buscando otro para cenar, siguiendo la misma tónica, solo que esta vez nuestras manos quedaron pegadas hasta el amanecer.
Después de la cena, fuimos por una habitación de esas que salen a 300 pesos por cuatro horas, era fin de semana, todo estaba repleto, estaba escrito en el destino que la primera mujer que estuvo en mi cama regresara a ella. Empezamos con los besos más tiernos que hayamos dado hasta el momento, los ojos bien cerrados y la puerta de la habitación medio abierta, continuamos despojándonos de nuestras chamarras y bufandas; le susurro en el oído que nunca la deje de amar, me pregunta que si la recordé siempre, le contesto que cada una de las noches; de repente me doy cuenta que la tengo en ropa interior y me pide que le diga mas mientras me desnuda, le respondo que bese a otras mujeres pensando en ella, que después del acto siempre me quedaba con una sensación de vacío, como la de estar en una gran ciudad sin tener a donde ir, ni a quien visitar, al instante veo en sus ojos una combinación de deseo y ternura. Ella me dice, “a mí también me pasaba lo mismo, siempre me imaginaba que tú me lo harías mas tierno que nadie”, yo le contesto: “yo siempre tuve la certeza que tu serias a la que más tierno se lo haría”, instantáneamente empezamos el acto con una entrega total de cuerpos y con un reencuentro de almas que jamás había visto mi cama. La sensación de su piel con mi piel, sus ojos en el vaivén del placer, su pelo liberado en el acto de desnudez, sus sonidos, su cuerpo, su esencia. Todo en su conjunto formaba a la persona más importante en mi vida, era nuestra primera vez, la había tenido antes, pero no la había tenido, habíamos tenido a otros, pero no nos habíamos tenido a nosotros. Al terminar, sabes que ese es tu lugar y ella sabe que tu pecho es el suyo para descansar. Consumado el acto, con su cabeza en mi pecho y mis dedos en su cabello, me pregunta: "¿Me vas a esperar?"
Le contesto: "Toda la vida"
Anónimo
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