martes, 28 de diciembre de 2010

6370

IX


Tal cual eres

espontáneo, seguro

arriesgado, sin complejos

igual ámame.


Tal cual eres

profundo, meditabundo

rítmico, detallista

igual ámame.


Tal cual eres

cadencioso, imprudente

desenvuelto, penetrante

igual ámame.


Como una nota al aire

acaríciame.

Fúndeme a tu vida

como fundes a tu cuerpo el compás.


Tal cual amas la música

así ámame.



VI


Odio ese momento en el que conoces a alguien

y te gusta,

y no sabes si tu a esa persona también,

entonces no quieres fantasear con la idea,

pero pues si quieres,


y es todo un problema en tu cabeza

y te haces pelotas

y se te licua el corazón,

y se hace trizas de sólo pensarlo,

y te pones un poco esquizofrénica y hasta paranoica,

y sientes que no puede ser, pero luego dices ¿por qué no?


Pero ya no sabes que creer,

y sigues,

y sigues hasta que no aguantas,

y saboteas todo sin querer.


O también hay veces que no está en ti,

esas veces son las más esperadas,

ya que no fue tu culpa;

o pueden ser las más tristes,

por que significaría que no puedes hacer nada y es frustrante...



Mariana.Guevara

miércoles, 1 de diciembre de 2010

UNA HORA ANTES DE LAS SEIS



Era tarde, empezó el frío a calar por la ventana. Le dio un trago largo a la coca-cola, todavía raspaba el alcohol de la torunda que le puso. Ella permanecía acostada placidamente en espera de que la ayudara a vestirse, sostenida apenas en la orilla del sueño. Quedaban rastros frescos de semen entre sus senos pendientes de limpiar. Es esa clase de mujer por la que todos los hombres se salivaban al ver contoneando sus duras nalgas, pensó él mientras le subía el cierre a la falda de lana negra. Se sentía envenenado por su olor, ese fino aroma que emanaba de su coño le regresaba el dolor a los testículos en punzadas cada vez más agudas. Era la última vez que estarían juntos. Una pequeña historia en un tiempo sin regreso. Jamás volvería, nunca. Los pezones apuntaban afilados hacia su boca, la lengua se remolineaba al recordarlos erizados hace un rato. Desde que se conocieron esa noche él la inventó como una amante sumisa y obediente. Con ternura tomó su mano suave y la colocó en su verga, manipulándola lentamente, dejando un rastro líquido en su palma mientras la observaba. La lujuria flameaba alcanzando toda hondura. Cuando el puño se fue apretando decidió cerrar la puerta, porque su eyaculación era inminente y no aspiraba a un momento de placer efímero. Quería morder de nuevo esos labios que no le regresarían el mordisco, arañar profundamente su carne pálida y firme, no tener que cuidar la fuerza de la embestida. Bajo las luces brillantes su rostro era calmo, pero la imagen de ella semidesnuda le quemó la parte inferior del cuerpo. Lo rebasó de pronto el vértigo inextinguible, conmoviéndolo en un espasmo. La levantó de su reposo y bruscamente la colocó dándole la espalda. De repente su miembro se convirtió en un cuchillo de caza. Las ingles de ella golpeaban la mesa, con la cara presionada contra el metal. Tenía estrangulados los tobillos por la tanga a medio bajar, ligándole la piel mientras guardaba el equilibrio en sus tacones. La erección la empalaba con más fuerza, sentía el contacto del pubis golpeándole el final de los muslos, pero la falta de humedad volvía intermitente la velocidad de la penetración. Él no pudo evitar venirse cuando al tambalearse la plancha de quirófano resplandeció un pequeño charco de orina, en el lugar donde estuvo su culo. Le besó la nuca, lánguidamente se desprendió de su vagina y acercó la nariz, restregando sus fosas nasales para impregnarse de ella, en su boca sabía amarga. Era la última hora, la luz matinal llegó con su fuete. Su piel escondía perfectamente las marcas de uñas y dientes que él le hizo. Para que irse si aun parecía tibia. En su mirada, más desnuda que ella, se devolvía el reflejo de sus ojos. Cerró los párpados inertes, acarició sus rizos revueltos y escuchó el silencio. El hedor aséptico del cuarto lo devolvió a la realidad, le tocó los vellos húmedos antes de ponerse los guantes. Tenía que terminar de vestirla, maquillarla y preparar su cuerpo. La carroza llegaría a las seis.




Domine D.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Pensamientos


Recuerdo

Recuerdo que era tibia, que gemía y me carcomía tu placer, recuerdo que me penetraba tu esencia de un cuerpo fornido e inquieto, capaz de quebrantar mi mirada, mi aroma con tu aroma, mi pubis incauto, versátil a la ola de tus cantos, arrebatos constantes e incesantes, presagios del ahora del ayer del mañana, que se me regresan de esa brecha que no se extingue, que si se extingue me muero, que me quema las entrañas los pensamientos, las piernas y en medio de ellas, que se hace luz en el hoy, en el segundo en el que siento esta llama nacer de mi, de mi centro, de mi sexo.



El ciego

Siempre estuve ahí pero no me viste, estaba tirada desnuda a tu lado, tú me dabas la espalda con los ojos cerrados.


Siempre estuve ahí pero no me viste, te gritaba mi sexo, mi nombre, mi amor con los ojos abiertos, tú estabas allí sordo, ciego, sin habla.


Siempre estuve ahí pero no me viste, bailaba para tí, para provocarte, para acercarte, tú bebías cerveza y estabas con ella, la que no tiene nombre.


Siempre estuve ahí, sentada en tu espera conmovida por tu ausencia que me hacía pensarte, tú estabas caminando por alguna calle pensando en la falsa idea de tu soledad.


Siempre estuve ahí, nadé hacia las olas esperando que fueras a el encuentro que alguna vez soñé, tú estabas nadando en tu mundo solitario, jamás llegaste, y cuando llegaste, ya era tarde.


Siempre estuve ahí, viva para ti, pero ahora, ya no estoy.



Tu fiel soledad

Soy quien te cela en tus mañanas compartidas, la que pasa a tu lado los tiempos ausentes, Aquella a quien odias en tus noches solitarias y a quien le reclamas tus tardes, a mi me tomas y me dejas a tu conveniencia, pero son pocas las veces en que vienes a mí con deseo, con ese deseo como la ola choca contra la roca, siempre estoy en espera de ti, de nuestro tiempo compartido, de ese tiempo que cada vez es más lejano, te has olvidado de nosotros, te has olvidado de mi esencia, ya no recuerdas el estar conmigo y hasta me desconoces, no recuerdas que soy parte de ti, prefieres aislarte de mí, y cuando estás conmigo, realmente te hago feliz? Realmente es a mí a quien buscas esos días de caminatas inolvidables, esos días donde soy tu complemento, y tu única guía, nos hacemos uno, cuando me amas, , cuando me haces tuya, te complazco, pero tú… me olvidas, hasta me huyes, que no te das cuenta que soy lo único fiel que tienes en el mundo, que vinimos al mundo al mismo tiempo, no te das cuenta que morirás, solo, conmigo.




L

lunes, 15 de noviembre de 2010

N O M O R E S O C I A L S E X

Said the one who drop some lines starting like Miss. Bridget Jones


I’m just having my fun like Lindsay Lohan said after three lines of cocaine


I meant social sex


social sex and white blow like the snow for the fancy people


we love money, we love whisky and social sex


I use to drive a green Toyota,


also use to smoke boots and drink tequila sunrise,


one day I discover my cock as the instrument to become rich and famous.


Slept in Beckham`s place and been in Scotland’s palace


now Í have more than dental benefits


changed from green Toyota to silver Mercedes


moved from Detroit to Beverly Hills darling,


everything a teenager can dream


so do I.


But I’m not happy without my social sex you know?


I dreamt about Minotaur and people living like Cubans with green cash


I dreamt to visit Galapagos and see big tarantulas and huge ants


but never dreamt being married with two children and a blond husband


I wanted to study law not poetry


I ended up studying something in between


I screwed my self and sacrificed passion


Passion is what moves us,


We are our passions.


At the end of the day I’m you with a nicer mask,


you’re the black guy with the nice body but your dickie is 5 inches less


If we become siluetes like Postal Service said


We don’t have to worry about drinking tought


what about drinking and some pills for the social sex?


again this freaking social sex... let me alone bitch!


I know you probably think I’m such a looser, freak-fan media whore


yet I don’t deny it, I’m more than that...


I’m this writer with the nice butt and yellow tears after a dark room


I’m this person fool of fame, shame and magic,


You dunno what I felt when you woke up and didn’t make coffee


when you said fuck yourself and you stay quiet and visual


I’m not meant to please your social sex


I have better stuff to do with my life than being your toy butt,


I’m meant to be deep tissue and make bubbles with my words


I’m you dictator and your pain


The worst nightmare you could ever imagine


Say you are sorry for your miscarriages


I know you never wanted that child and you smoke and drink so it could die.


You did it bitch


you did it wrong that enough


no more self fucking like Niurka told the media


She is the emperor right?


I’m you Swarzeneger, governor by Satan


Your my bitch, my capricornio, an easy game to play


the A B C of love and sanity want you to repeat some spell to devils and saints


so bring your pictonary and write this words:


N O M O R E S O C I A L S E X





el excesivo

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Amor Plástico


No solía caminar a menudo por esa calle, pero aquella noche, por azares del destino, por una de esas veces en que, por faltarle el respeto a la rutina, decides caminar derecho en vez de ir a la izquierda; tomé aquella ruta que me llevó hasta ese lugar donde pasó lo que pasó:



Iba yo por aquella calle extremadamente oscura que caminé más bien como un reto a mi propia valentía que como un atajo a mi destino. La luz mercurial que alumbraba la calle había estado fallando desde hacía varios días y había decidido por si sola prender de manera irregular e intermitente dependiendo de su humor.



De pronto una luz que se encendió en el ventanal de un edificio que se encontraba en la acera contraria, llamó mi atención. No soy un curioso compulsivo ni mucho menos un acosador nocturno, pero supongo que esa vez no pude resistir porque lo que ví era ciertamente irresistible. Me acerqué lentamente confiado en que, estando tan iluminado dentro del edificio, y tan oscuro fuera de él, era casi imposible que me vieran.



Fué así como mis ojos se encontraron con aquella hermosa mujer de cabello castaño y labios rojo carmesí, que se encontraba ahí, con la mirada perdida en el horizonte invisible de la noche. Como bien lo supuse, ella no podía verme porque nunca se inmutó con mi presencia. Como por instinto me ví atraído hacia ella, hipnotizado por su encanto, y quedé ahí parado, oculto en la oscuridad, contemplándola, deseándola.



Vestía un sobrio y elegante traje sastre que, a mi gusto, la hacía lucir aún mas provocativa. Aquella falda pegada al cuerpo que delineaba su esbelta figura y que terminaba apenas arriba de las rodillas; una blusa blanca que en su escote dejaba ver apenas el inicio de sus pechos perfectos y unos anteojos que le daban un aire audaz e intelectual.



La recorrí toda con la mirada; 37 segundos tardé solamente en recorrer sus piernas y disfruté cada centímetro de ellas como si realmente pudiera tocarlas. Mi irreverente imaginación no tardó en despojarla de sus ropas para mostrar su desnudez exquisita y yo trataba de disimular mi excitación mientras que mi cuerpo me traicionaba; mis piernas se doblaban e inconscientemente inclinaba mi cabeza como tratando de asomarme por entre sus piernas, hasta lo más profundo. Su sexo descubierto ante mi, inmaculada perfección de labios carnosos y piel de durazno que al primer contacto con mi mirada desató en mí un violento suspiro entrecortado, tensando cada músculo de mi cuerpo y convirtiendo mis manos en puños de piedra.



Y continué recorriéndola, imaginándola a través de sus ropas; aquella blusa blanca que dejaba entrever el color de su piel, la forma perfecta de sus senos, e intuir el color claro y rosado de sus pezones que al más mínimo contacto se yerguen y disparan un escalofrío que llega hasta el último rincón de su cuerpo. Las delicadas líneas de su rostro esbozando una coqueta sonrisa apenas descifrable que me contagió de inmediato y dibujó la misma sonrisa en mi boca, como respondiendo a la de ella. Sus ojos verde esmeralda que se refugiaban detrás de esos anteojos pero que aún así dejaban sentir su mirada fija y penetrante hacia el horizonte. Esa boca de color rojo intenso que invitaba a invadirla sin remedio y en la que ya imaginaba la infinita pausa del momento previo cuando nuestros labios se tocaran con el aliento mutuo, el segundo más largo, la espera eterna del beso.



En ese momento, algo interrumpió mi viaje a través de su geografía corporal y me despertó de ese sueño inevitable de verla desnuda frente a mí. Era otra mujer, una rubia que llegaba y me hizo poner los pies de nuevo en la tierra y la vergüenza me invadió al darme cuenta que había sido sorprendido en mis pensamientos de lujuria y tornándose mi tez roja, de inmediato me alejé de la ventana y volteé la mirada hacia otro lado, pero no pude alejarme más; porque no quería dejar de verla y perderla para siempre.



Aún la observé desde lejos por la comisura de mis ojos; ninguna de las dos daba cuenta de mi presencia, y fue en ese momento cuando un disparo de adrenalina corrió por mis venas y mis ojos salieron de sus órbitas mientras que veía como la recién llegada comenzaba a acariciarle el cabello. Nerviosa, volteó a su alrededor para cuidar que nadie la observara y comenzó a recorrer su cuerpo con sus manos, todo completo, introduciendo sus manos bajo su falda y su blusa, disfrutando su piel tal como yo lo había imaginado minutos antes. Sin pensarlo más, en un ágil movimiento de manos deshizo los broches de su ropa que lentamente resbalaron por su piel, hasta el suelo, y dejaron al descubierto aquella deliciosa figura; ese cuerpo exquisito que ni siquiera yo imaginé tan perfecto.



Podía sentir el calor que emanaba de la habitación; aquella hermosa mujer desnuda se encontró de pronto envuelta en un remolino de extrañas caricias. La rubia la recorría a veces con la mirada y a veces con las manos pero parecía que había algo que detenía esa explosión de libido inminente hasta que finalmente, en un arranque de pasión, recorriendo lentamente su espalda con las manos, llegó hasta sus nalgas por donde la apretó fuertemente contra su cuerpo y la levantó en el aire quedándole los pechos a la altura de su cara.



Mientras tanto yo, atónito admiraba la escena desde afuera. Sentí cómo un intenso calor recorrió mi cuerpo y en un frenesí de erotismo y excitación, sin darme cuenta comencé a tocarme, ahí, en la calle; no me importó más. De pronto me vi a mi mismo con mi mano hurgando bajo mi pantalón y con una intensa erección que a cada contacto con mis dedos y mi pantalón mandaba ondas eléctricas a lo largo y ancho de mi cuerpo. Y mi mente, perdida, simplemente ya no respondía a la conciencia.



La situación era ya incontrolable, fácilmente confundible con un bizarro sueño, cuando de repente....como un hipnotista que truena sus dedos a la vez que dice ¡despiértese! La caprichosa luz mercurial me bañó con su luz, iluminando la calle a mi alrededor, y por supuesto, mi bochornosa situación. La rubia volteó hacia afuera al instante que la luz llamó su atención, y ahí estaba yo, con el rostro desaliñado, los pantalones en los tobillos, mis manos bajo la ropa interior y una erección masiva debajo de ella. Ni siquiera me había dado cuenta que mi anonimato había sido descubierto hasta que escuché el grito despavorido de la rubia, a la vez que soltaba de sus brazos a aquel hermoso cuerpo de mujer que sin remedio azotó en el suelo como un tronco perdiendo la peluca, dos piernas y un brazo.



Sin pensarlo un segundo más alcé mis pantalones mientras corría alejándome de ahí, tratando de abrochar mis pantalones al trote, batallando con aquel miembro viril que ahora no era más que un estorbo entre mis piernas. Y fue así como ví por última vez aquel hermoso maniquí de cabello castaño y labios rojo carmesí que despertó en mí los más bajos de mis instintos.




RRR

miércoles, 3 de noviembre de 2010

10 Pasos Efectivos Para Salvarse de Cualquier Fin del Mundo


Si tan sólo lo hubiera sabido; lo haría peor. Vuélvalo a hacer:


Contémplese desde el espacio que queda sobre su cabeza y adquiera las manías que le sobrevuelan.
/Indígnese/.


Conserve la calma y salga rápido gritando que los escalofríos se apoderan de las almas indefensas. Mastúrbese con alta concentración y placer.


-No amigo. No hay algo inmediato que pueda hacer-


Enfóquese. Vuélvase a la pared y distorsione a su tacto su sentir. Notará, como usted mejorará.


Intente pensar en todas las posibilidades realistas e imagine que se desbordan.


Coloque “esa”, su mano favorita, en “ese”, su genital que siempre le molesta: rásquese. Ande así, por la duración que le pueda producir el acto anterior y permanezca en el estado consecuente: el placer.


Ahora acaricie.


Saque “esa”, su mano favorita de “ese”, su genital que acaricia y estreche “esa”, su mano favorita, de “esa”, su segunda persona favorita (sabemos que la primera, por excelencia, es usted). Contagie a “esa”, su segunda persona favorita en el universo de “ese”, su placer.


Conserve la calma y grite: -Los escalofríos se apoderan de las almas indefensas-

Mastúrbese ante previa advertencia.



C.

miércoles, 30 de junio de 2010

Antes del Postre


La ventana ofrecía una vista panorámica de la calle vacía. El sol de media tarde iluminaba sus manos al reflejarse en el agua del lavabo, como cientos de diminutas luciérnagas intermitentes que la salpicaban. Preparaba la cena con anticipación porque le gustaba tener tiempo para ella antes de dedicarse por completo a las necesidades de los demás.


Llamaron a la puerta mientras enjuagaba las verduras de la ensalada, cerró el grifo, reguló la temperatura del horno y verificó la hora antes de abrir. Su marido llegaría exactamente a las ocho de la noche. Julio y Wagner entraron sin saludar directamente a la cocina, el primero buscó en la alacena, último anaquel a la derecha, el segundo husmeó tras la estufa.


Se acomodó en el borde de la mesa y Julio verificó sin problema la ausencia de ropa interior, apenas rozó el pubis desnudo, deslizó la cremallera de su pantalón para exhibir una erección que se hizo más firme cuando ella tomó el tarro de mermelada. Destapó el frasco mientras él arrojaba la ropa. Wagner observaba, muy quieto, algo nervioso. Julio introdujo el pene en el contendor y un grueso hilo de arándanos en conserva escurrió de su escroto hasta el piso.


Wagner se abalanzó a lamerlo y ella ofreció a Julio sus pezones endurecidos. La tomó por el cuello y la hizo apresar entre los labios el glande rígido, cubierto del dulce espeso que se aligeró al mezclarse con su saliva. Todo lo que resbalaba iba a dar directamente al hocico de Wagner, que muy bien entrenado, sin ladrar, alargaba de vez en vez la lengua.


Le sacó el vestido y la colocó en cuatro, se arrodilló y tomándola por la por la nuca arremetió contra su garganta. Mientras contraía y aflojaba rítmicamente los músculos de la faringe, Julio alargó los brazos recorriéndole la espalda con manos ágiles. Separó las piernas y levantó la cadera por instinto. Sonrió: ella también era un animal obediente.


Vació un poco de la mermelada entre sus glúteos abriéndolos para que Wagner se acercara a comer de su culo. Sincronizando los movimientos de cuello y pelvis, ella usó dos dedos para abrir el coño a la lengua tibia y ligeramente áspera de Wagner. No pudo gritar, el semen la inundó. Julio se puso de pie, la verga aún enhiesta. Tomó los restos del almíbar para atraer al enorme pastor alemán que la montó sin problemas. A cada embestida sentía el miembro del can jadeante crecer dentro de ella, el pelaje suave acariciando sus muslos.


De súbito, un dolor agudo la paralizó. El pene de Wagner parecía no tener un límite de expansión, intentó separarse pero algo similar a un hueso le desgarraba transversalmente las entrañas obligándola a la inmovilidad absoluta. Trató de relajar la respiración y en su vagina, el trozo de carne bestial pulsaba revestida de alfileres. Wagner salivaba, ajeno totalmente a la imposibilidad de desprenderse de la perfecta perra con la que se apareaba.


Temía hablar, buscó a Julio con mirada suplicante y distinguió el asomo del pánico en sus ojos. Quítamelo, murmuró, pero él se replegaba hacia la salida con su ropa en la mano. El golpe de la puerta al cerrarse fue tan fuerte como los latidos en sus sienes. Intentó algún balbuceo, alargó el brazo para alcanzar el cajón de los cubiertos y se arañó la mano tratando de encontrar a ciegas un cuchillo.


Blandió la hoja metálica, el animal gruñó poniéndose a la defensiva al olfatear el miedo en el ambiente. Con indecisión, lanzó dos movimientos torpes que hicieron sangrar el vientre de Wagner. El perro sacudió las patas en un alarido y ella enterró el cuchillo con los ojos cerrados, poseída de terror y asco. Esquivó las fauces y acuchilló hasta desfallecer.


Cuando recobró el conocimiento, las vísceras de Wagner se esparcían a su alrededor sobre la loseta italiana. Con diligencia envolvió los restos en su vestido y colocó todo en una bolsa plástica reforzada. Miró el reloj, suspiró. Apagó el horno y tomó los productos de limpieza.


Se dio un baño caliente, recogió su cabello en la nuca. Bajó a terminar la ensalada, puso la mesa y escuchó el auto aparcando en la cochera. Recibió a su esposo con un beso largo, él admiró como siempre sus dotes culinarias y habló sobre remodelar el jardín. Ella asintió y recordó que la vecina había recomendado a su sobrino para trabajos en casa. Julio, un chico amable. Durante el postre acordaron llamarlo por la mañana.


E.